en las calles de paris

en las calles de paris

Voy a escribir sobre las experiencias que tuve tras un grave accidente en las calles de París con una Mobilette que me dejó un compañero de clase cuando tenía 21 años. Este relato me obliga a sentir el incalculable paso del tiempo junto a otras intensas impresiones y visibles presencias. Desde entonces no he saciado la curiosidad por el conocimiento de personas o relatos de experiencias similares. La evocación de estas andanzas perduran para siempre en un rincón de mi memoria.

Era una tarde del mes de julio de 1970, una tarde como las otras. Había terminado mis clases de francés en la Alianza Francesa de París. Y tras la frugal comida de todos los días, a midi, como a las doce horas, en la cafetería de la Escuela, un bocadillo en pan de baguette con queso camembert y una ración de sandía, cogí la pequeña motocicleta que me prestó este compañero, cuyos rasgos apenas puedo recobrar. En esta extremada aventura, lo imaginativo y lo fantástico de los grandes monumentos histórico-artísticos de esta bella ciudad eran tan esenciales como lo realista, jamás había conducido una moto. "Es muy fácil -me dijeron- sólo tienes que acelerar. No tiene marchas." La acción transcurría inicialmente sin problemas por las principales calles de París. Eran las dos de la tarde y no hacía demasiado calor. Había un tráfico intenso que rodaba a considerable velocidad por las calles parisinas.

Al caer la tarde, me despierto y percibo que estoy rodeado de médicos y enfermeras. Pregunto: ¿Dónde me encuentro? Y me responden que estoy en el Hospital de la Salpêtrière de París. Que una ambulancia me ha recogido en la calle de Rivoli porque he tenido un accidente con una moto al saltarme un semáforo en rojo y golpearme con la cabeza en la parte central de un vehículo, cayendo al lado opuesto sin conocimiento. No recordaba absolutamente nada. Los médicos me dijeron que como consecuencia del golpe había tenido amnesia retrógrada: pérdida de memoria de cuanto había pasado desde que cogí la moto hasta el momento de despertarme. En el cuerpo sólo tenía una pequeña herida en la parte izquierda de la cara y otra en el lateral de la pierna derecha. "Ha salvado usted milagrosamente la vida. Ha estado usted siete horas sin conocimiento y va a quedarse siete u ocho días en el Hospital para observación", me dijeron los doctores. Días después, al hablar conmigo las enfermeras se sorprendieron de que las respuestas a las preguntas, tras la recuperación del conocimiento, eran en un francés perfecto y apenas llevaba un mes en Francia. Si bien es cierto que había estudiado francés durante varios años en España.

Esa misma noche recordé las experiencias sentidas en las siete horas que estuve inconsciente, al borde de la muerte. Era una sensación muy agradable jamás sentida. Un placer inmenso.Una paz y una alegría desconocidas hasta entonces. Es muy difícil encontrar las palabras precisas para describir una sensación tan deliciosa y placentera en la que se desea permanecer. Después me introduje en un tunel oscuro muy largo donde al fondo había una luz muy intensa y en el que me movía a gran velocidad. Antes de llegar al final del tunel recobré el conocimiento. A partir de esta experiencia puedo hacer con toda libertad una afirmación: he perdido totalmente el temor a la muerte.

Algunos investigadores de estas experiencias como el neuropsiquiatra inglés con reputación internacional, Dr. Peter Fenwick afirma que estas experiencias se producen en todas las culturas y hay constancia de ello en todas las épocas de la historia escrita. Y ocurren a personas de todas las edades, tanto a los que creen que la vida tiene una dimensión espiritual como a los que no profesan ninguna fe. Hay sensaciones intensas y de muy distinta clase. El que está fuera de su cuerpo físico, lo ve a cierta distancia, nota que tiene "un cuerpo" pero éste es de naturaleza distinta y con poderes muy diferentes. Otros vislumbran los espíritus de parientes y amigos ya fallecidos y otro espíritu muy amable y afectivo al que no habían visto antes, un ser de luz. Para muchos, lo vivido cuando se está al borde de la muerte es algo sumamente poderoso desde el punto de vista emocional y espiritual. Los escépticos ya no tienen dudas de la existencia de estas vivencias. Lo que discuten es su significado. Investigadores en todo el mundo manifiestan que hay millones de personas que han tenido experiencias similares cuando han estado cerca de la muerte. Los escépticos afirman que son fruto de la administración de drogas al paciente durante la enfermedad o producidas por la falta de oxígeno en un cerebro agonizante o que representan una forma de protección psíquica contra la amenaza de destrucción o alucinaciones autoscópicas